lunes, 5 de marzo de 2012

Ha muerto Don Luis Mellado Manzano


Acabo de recibir la noticia del fallecimiento del sacerdote Don Luís Mellado Manzano.
No hace muchas fechas, le encontré en la Acera del Casino en una mañana de sol que se daba un paseo ayudado de un ligero bastón. Le abordé y a pesar de que hacía muchos años que no hablaba con él, bastó solo decirle que “yo soy Enrique, uno de sus monaguillos en Montillana”. En seguida comenzamos un diálogo y le recordé aquellos días y los viajes que hacíamos de Montillana a Granada en su Vespa de 125 cc. Matrícula de GR-14483.
Le gustó ese recuerdo y mantuvimos un diálogo de unos quince minutos, interrumpidos continuamente por personas que pasaban y le saludaban cariñosamente.
Don Luís llegó a Montillana en tiempos difíciles. Era a finales de los cincuenta. Pronto se hizo querer del pueblo llano aunque tuvo sus detractores en la clase “política” que en aquellos años gobernaba el pueblo. Y es que Don Luís quería entre otras muchas cosas que se respetara el domingo y aunque yo era por entonces un niño y como tal no podía estar en las conversaciones de los mayores, algo se movía entre ellos y Don Luís.
Pero por encima de todo estaba su amor a los pobres, que por cierto en esos años en Montillana abundaban. En una ocasión nos envió a llevar la cama en la que dormía a una familia que vivía en una casa estilo chabola y dormían en el suelo. Y el que pasó desde esa noche a dormir en el suelo, fue él. Otras ayudas llevó de forma más austera, y de la manera que como dice el Evangelio (cuando deis limosna, que vuestra mano derecha no sepa lo que hace la izquierda).
Hay muchas anécdotas de aquellos tiempos, como el famoso “sermón de Moclín” que se grabó con aquel moderno magnetófono de hilos y que después oiríamos una y otra vez en la casa parroquial.
Pero en lo personal, tengo unos recuerdos entrañables, por ejemplo sentarme frente a él en una mesa para “rezar el breviario” algunos días que habían sido muy movidos y no le había dado tiempo de hacerlo él solo. Por supuesto en latín de donde me enteraba de algo, no mucho, pero me dio la oportunidad de practicar la lectura de esta lengua.
De aquellos años queda un entrañable recuerdo a Juan Espinar (que falleció muy joven),  que por entonces era seminarista y cuando fue ordenado sacerdote se marchó con Don Luís al Perú, en compañía también de Romero López. Después Juan volvería y en sus largas charlas en la zapatería de mi padre en la calle San Juan de los Reyes surgió más de una ocasión para irnos los dos en mi vespa a dar un paseo por los pueblos del cinturón de Granada, cosa que por cierto le encantaba.
Y la última experiencia con Don Luís y quizás la más importante en mi vida, fue cuando el 8 de diciembre de 1959, después de haber celebrada la Misa parroquial y la imposición de insignias de Acción Católica para mayores y jóvenes, me dijo que se venía a Granada con su vespa. Y como hice en otras ocasiones le acompañé. En esos viajes yo aprovechaba para visitar a mi abuela paterna y a mis tíos que vivían en la calle San Juan de los Reyes. También aprovechaba para comprar material para la zapatería de mi padre, cosa que hacía en un comercio de la calle Marqués de Falces conocido como “curtidos Gilabert”.
Esa mañana del 8 de diciembre, con un sol radiante pero con un frío típico del mes de diciembre, subidos en la vespa, emprendimos un viaje que para mí resultaría inolvidable por el final que tuvo. Y después de hacer algunas paradas para calentarnos al sol y don Luís se frotaba las manos porque se le quedaban congeladas en el manillar de la moto. A mí, con las ropas que utilizábamos en aquellos años no se me quedaban heladas las manos, sino todo el cuerpo lo traía acartonado.
Al fin en Granada y la primera visita fue a su casa familiar en la calle Silencio. Subí con él, y desde allí me llevó a la tienda que su hermano J.B.Mellado tenía en San Antón 15 y aquí nos despedimos y quedamos para vernosa la mañana siguiente para ir a celebrar Misa.
A la mañana siguiente antes de las nueve ya estaba yo en su puerta y de nuevo en la vespa nos dirigimos a la Iglesia de San Matías, donde en un altar lateral celebró Misa y yo de monaguillo. También por qué no decirlo fue un momento importante para mí, verme ayudando a Misa en una Iglesia tan importante.
Y desde allí a la cafetería Bibrambla donde pidió para mí  un vaso grande de leche con un bilbaíno que me entonó y me quitó el frío de la mañana. Alguien también estaba con nosotros aunque no puedo recordar pero creo que era su padre o algún hermano.
Y aquí comenzó lo que sería mi “gran aventura”. Le dije a Don Luís que me quería quedar a trabajar en Granada. El panorama que tenía por delante no era muy halagüeño: Mi padre zapatero sin tierras propias, yo acababa de abandonar el tercer internado en los que había intentado estudiar, pero la falta de recursos económicos y de becas hicieron imposible cumplir mi deseo. Y no estaba dispuesto a quedarme en un pueblo en el que empezaba a escasear el trabajo y solo veía la oportunidad de trabajar en el campo, cosa a lo que no estaba acostumbrado como otros niños de mi edad, precisamente por lo que he dicho antes, porque mi padre no tenía tierras y no había aprendido desde pequeño.
MI petición no cayó en saco roto. Pero la pregunta era obvia: ¿Y en qué y dónde vas a trabajar? Y le contesté: Me da igual, en lo que sea.
Y la primera visita fue al edificio de correos y telégrafos donde según me dijo tenía un hermano que trabajaba en telégrafos. El diálogo fue corto. Sí podía quedarme pero el sueldo era de 11 pesetas y las propinas repartiendo telegramas. Para empezar no estaba mal.
Pero a mí, como suele decirse ahora, “se me encendió la bombilla” y le dije: ¿Por qué no buscamos donde pueda trabajar como panadero? -oficio que me gustaba y había aprendido en la panadería de Don Manuel Ruiz Ramos de Montillana-.
Esto se animaba, porque Don Luís se acordó de Don Ignacio Sánchez Ontiveros que era párroco en aquellos días de Maracena y del que yo también había sido monaguillo, primero  en Campotéjar y después en Montillana.
De nuevo en la Vespa a la casa parroquial de Maracena donde nos recibió Don Ignacio y enterado de nuestra pretensión tomó su vespa y volvimos a Granada para llegar hasta la calle Aguado, a la panadería de Santo Domingo que regentaba Don Ramón Martínez Ontiveros, primo de Don Ignacio. (De esta panadería y de estas entrañables personas, hablaré otro día, porque guardo muy buenos recuerdos).
Hechas las presentaciones de rigor y enterado Don Ramón de mis intenciones y mis deseos, su respuesta fue clara: “Pues quédate, porque en estos días próximos a las Navidades tenemos mucho trabajo”. Así que allí me quedé y Don Luís regresó a Montillana sin mí. Me había quedado y así se lo contó a mis padres.  Pero al día siguiente Don Ramón en su Renault 4-4 matrícula GR-11490 me llevó para recoger mi ropa y hablar con mis padres. Algo muy natural.
Y como a mi aventura en la panadería y a mi posterior cambio de trabajo le   voy a dedicar otro espacio en mi blog, hoy quiero terminar con el recuerdo y el agradecimiento a Don Luís Mellado Manzano, p.e.p.d. y que seguro está ya disfrutando del lugar que el Padre le tendrá reservado a una persona que vivió el sacerdocio de joven en los pueblos y que posteriormente desarrolló una importante labor en (Perú), donde fundó la institución educativa San Martín de Porres y la parroquia del mismo nombre y donde es recordado como el Padre  Mellado y ha sido declarado Hijo Ilustre de Tacna y Benefactor de la Ciudad Heroica y del Perú.
Descanse en paz.

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