Recojo la siguiente noticia del diario ABC.
La escapada que la llevó al infierno
Prostituida con 14 años por su novio rumanoSe fugaba de casa desde 2009. «Se juntó con malas compañías y dejó de ir a clase». Sus compañeros dejaron de saber de ella en septiembre. Entonces comenzó su tortura en un pueblo de Badajoz
Por CARLOTA FOMINAYA Y FERNANDO ROJO Fotos: BRÍGIDO
No era la primera vez que se fugaba de casa. Desde principios de 2009, habían sido continuas las escapadas de la muchacha de 14 años que esta semana se ha convertido a su pesar en noticia tras descubrirse que fue forzada a prostituirse en un pueblo de Badajoz. Todo comenzó a torcerse hace casi dos años tras una grave discusión con sus padres. «Pasaba las noches en casa de alguna amiga y a veces se subía a dormir a la azotea de su edificio», relata un compañero de su colegio de aquella época, un centro privado del barrio madrileño de Prosperidad. Empezó a no acudir a clase. Cuando se lo comunicaron a sus padres, estos decidieron acompañarla hasta la puerta para asegurarse de que entraba en el centro. «Pero aquello duró poco —añade— porque la cambiaron de colegio a mitad de curso». Aunque en el expediente escolar no consta que hubiera una expulsión, la propia menor iba diciendo a sus amigos que la habían echado.
No mejoraron demasiado las cosas en el instituto público, también del barrio de Prosperidad, en el que estuvo matriculada durante los últimos meses del curso 2008-09 y 2009-10. La chavala había comenzado meses atrás a salir, según relata su entorno, con «gente muy perjudicial para ella». Sin embargo, muchos compañeros de clase, incluidos los más cercanos, aseguran que no sabían de esas «malas compañías» ni de sus problemas en casa. De hecho, ahora que han conocido por la prensa el terrible infierno que ha vivido en los últimos meses, lo más comentado en su clase es: «¿Cómo le ha podido pasar eso a ella?»
Ninguno sabía nada de su compañera de clase desde que comenzó el curso. Muchos debieron de pensar que la habían vuelto a cambiar de colegio. Nada extraño. Una de sus mejores amigas de clase dice que la última noticia que tenía de ella era de «hace cuatro meses». En junio asistió, como una más, a la puesta de largo de una compañera en un lujoso hotel madrileño. En julio, se hizo una foto con el móvil, la colgó en Tuenti y puso la siguiente dedicatoria: «Para ti nada más, mi amor». Probablemente, el mensaje ya fuera dirigido al joven rumano con el que se iba a fugar apenas semanas después. A principios de septiembre, dejó los últimos mensajes a sus amigos. Y entonces se perdió todo rastro sobre ella.
Sus padres denunciaron el 3 de octubre la desaparición de la niña en la Comisaría de Chamartín. Tampoco extrañó a los agentes. No era la primera denuncia. Una escapada más, debieron de pensar. Pero el resto de las veces, la muchacha aparecía a los pocos días. En esta ocasión, la aventura iba a ser larga —más de tres meses— y absolutamente infernal. Semanas antes, se había enamorado de un joven rumano ocho años mayor que ella, «de complexión atlética y guapete», aseguran quienes le han visto. La relación fue a más y finalmente él le propuso fugarse juntos a un pueblo de Badajoz, de unos 4.000 habitantes, llamado Arroyo de San Serván.
El destino que le esperaba es lo más alejado de un escenario idílico. Una treintena de rumanos se hacinaban en el viejo caserón que fue su vivienda durante más de tres meses. Y pronto comenzó lo peor de la tortura: siete rumanos, entre ellos su novio, están acusados de obligarla a prostituirse cada noche en un cobertizo cercano a un vertedero. Los clientes eran en su mayoría vecinos de la zona que pagaban entre 10 y 60 euros por mantener relaciones sexuales con la menor. Cinco de ellos fueron detenidos. Uno era un ex concejal de Izquierda Unida, que se terminó suicidando con una escopeta de caza el pasado miércoles tras ser puesto en libertad con cargos. Otro de ellos se ha sabido que era el juez de paz del pueblo.
«Una rumana más»
La «pregunta del millón» desde que trascendió el caso a la opinión pública es cómo es posible que en un municipio tan pequeño nadie hubiera denunciado durante tres meses —desde el 3 de octubre que los padres pusieron la denuncia en Madrid hasta que la niña fue rescatada el pasado 4 de diciembre por un policía local de Arroyo de San Serván— que una menor estaba siendo obligada a prostituirse. Algunos vecinos justifican este silencio colectivo asegurando que parecía «una rumana más», pero al mismo tiempo afirman que, dada su delgadez y su pequeña estatura, aparentaba aún una edad menor que los 14 años que en realidad tenía.
En cuanto fue liberada, la familia acudió a la capital pacense para hacerse cargo de la adolescente. Horas después emprendían viaje de regreso al barrio madrileño de Prosperidad. Ahora le queda a la familia y a los servicios sociales la dura tarea de restañar las heridas producidas por una tortura de tal magnitud. «Después de un hecho tan traumático, el menor o la menor, en este caso, necesita recibir apoyo y atención psicológica por parte de profesionales, por supuesto, pero también atención por parte de su núcleo más cercano, ya sean los padres, sus tios, sus hermanos si los hubiera», explica Paloma Martín, directora del Intituto Madrileño del Menor y la Familia de la Comunidad de Madrid. «Solo así —continúa— puede llegar a asumir de la forma más beneficiosa posible lo que ha ocurrido. Entre todos hay que apoyarla porque desgraciadamente cada vez hay más jóvenes conflictivos que se embarcan en una aventura que no saben a dónde les va a llevar».
Para Marina Martín Artajo, psicóloga, este suceso nos recuerda que la adolescencia es un momento crítico en la vida. «En este periodo los jóvenes pasan por un momento evolutivo de reafirmación e individuación en el que lo normal sea que busque experimentar cosas nuevas con el objeto de encontrar su camino. Este proceso dura toda la adolescencia, pasa por la juventud y culmina en la vida adulta. Pero en este caso concreto, da la impresión de que el proceso se ha reducido a un día en el que se ha pasado “del cero al infinito”».
«Parece que se trata de un acto impulsivo, que en psicología recibe el nombre de "acting" adolescente, en el que no ha mediado una reflexión madurada y una valoración de los riesgos y todas sus consecuencias», explica esta terapeuta, a la vez que apunta también a un factor de mala suerte. «Es normal que los chicos prueben, pero en este caso, puede decirse además que su “novio” rumano la ha estafado». «Digamos —prosigue Martín Artajo—, que la adolescente ha dado un salto evolutivo, como independizarse de sus padres, demasiado arriesgado para el que no estaba preparada».
Ahora su recuperación, indica, dependerá de sus propios recursos, de sus fortalezas, de su familia, de su entorno más próximo en general. «Ella misma o a través de otras personas tendrá que digerir esta experiencia. Después de una vivencia de estas características es muy probable que desarrolle miedos y fobias... lo que queda de una experiencia traumática es la gestión que se haga de lo ocurrido, sin negarlo y sin justificarlo, entre otras cosas».
Revictimización
Porque también puede darse el caso de que la joven, advierte esta profesional, de vuelta a su vida normal, «se encuentre con una revictimización por parte de sus amigas, por ejemplo, o por el contrario, que estas le convirtieran en una heroina». O que la sociedad condicione su recuperación. «En el momento que una noticia de estas características trasciende socialmente empieza a tener vida propia y puede que esto dificulte su integración».
En cualquier caso, a juicio de la directora del Instituto Madrileño del Menor y la Familia de la Comunidad de Madrid, ahora hay que empezar por darle apoyo y trabajar con la familia para que puedan asumir y elaborar todo lo que ha sucedido. «Todos deben comprender lo que ha ocurrido». Y a partir de este punto, lo más importante para el Ejecutivo regional es hablar de prevención. «De qué es lo que lleva a la jóven a tomar ese camino», explica la directora del Instituto Madrileño del Menor.
La prevención, asegura Martín, debería comenzar en el ámbito familiar. «No sirve el “todo vale”. Los progenitores deben educar en valores y enseñar lo que está bien y lo que está mal». «Los padres —insiste—, deben tomar parte activa de la educación de sus hijos, encargarse de fortalecer el ámbito familiar. Desgraciadamente cada vez hay más jóvenes conflictivos que se embarcan en una aventura que no saben a dónde les va a llevar».