Decir "Chencho" nos trae a la memoria el abuelo que encarnaba el bueno de Pepe Isbert en la película "la gran familia". Entrañable, cascarrabias pero lo que más llamaba la atención era su papel de "abuelo". Abuelo de Chencho. Abuelo que angustiado buscaba a Chencho en la víspera de la Navidad.
Chencho hoy, es un abuelo entrañable. Estar con Chencho es disfrutar de una buena compañía. Disfrutar una conversación en una mesa de camilla con Chencho es aprender de su veteranía y su buen hacer.
Hoy me he tropezado con él, sólo unos minutos en cualquier esquina de la ciudad. Y en solo unos minutos me ha dejado pensativo. Desea que charlemos.... Pero ¿qué espera de mí? Si soy yo el que tengo que aprender de él.
Hemos conversado poco. Lo más normal en dos jubilados: "me duele", "no duermo". Yo cuando hablo del dolor, siempre recuerdo esto que me dijo un médico, buen amigo y experto: "Acostúmbrate a vivir con el dolor que es tuyo y para toda la vida". Y no es que él no intente poner remedio a mi dolor, sino que me enseña a aceptar lo que hay. Y así es mejor.
Y a Chencho le ha extrañado que le recuerde eso. Dice que es admirable pensar así.
Chencho en su vida, ha sido (y es), buen padre de familia, buen esposo, buen profesional, buen abuelo y ahora un buen jubilado que ayuda a todo el que puede. No se separa de su mujer. Cuida de sus nietos cuando es necesario. Visita a sus familiares. Ayuda en su parroquia y distribuye la Comunión a enfermos. ¿Se puede hacer mejor bien que esto?
Chencho puedes estar satisfecho de tu jubilación. Disfruta de esta etapa que ahora vivimos. Etapa de "júbilo".
Para mí es un honor Chencho que nos veamos y conversemos. Seguro que aprenderé mucho de tí.
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